Uno de mis hijos, cuando era pequeño, en un descuido de su padre, un servidor, cogió la botella de jabón y se dedicó a vaciarla sobre el agua caliente en la que él se encontraba tan a gusto disfrutando del baño. Cuando fue sorprendido por mí, su reacción, puro acto reflejo, fue argüir en su defensa: “¡Yo no he sido!”. Con el paso del tiempo en la familia recordamos aquel episodio, y todos, incluso ese hijo mío, como no podía ser menos, lo celebramos lejos de la regañina que recibiera en aquel momento el menor.
Más tarde, en la televisión nos han repetido hasta el hartazgo un episodio de
Los Simpsons, en el que Barth aprovecha su “¡Yo no he sido!” para esquivar lo ineludible en un sinfín de situaciones que lo conducirán a la fama televisiva dentro de su ya ganada fama también televisiva, si es que esa duplicación es posible; con lo cual, quiero decir que esas palabras parecen tener cierta capacidad de ir más allá de lo que apunta el diccionario.
Pasan los años y uno se va encontrando en situaciones en las que tiene que morderse la lengua para reprimir algún que otro “¡Yo no he sido!”, como es el caso en el que un guardia nos dice que hemos realizado una maniobra inadecuada con nuestro automóvil, o bien, hemos dejado en casa alguna tarea mal acabada, o hemos organizado unas vacaciones que resultaron nefastas. Claro, como adultos que nos consideramos, ese “¡Yo no he sido!” ha evolucionado con nosotros y lo hemos arropado de expresiones al uso con argumentación incluida, por supuesto. Sin embargo, detrás de cada justificación a lo injustificable, siempre se trasluce un “¡Yo no he sido!” como el de mi estimado hijo.
Uno de los últimos “¡Yo no he sido!” que me ha llamado la atención ha sido el del señor Tardà. Resulta que el representante de ERC dijo:
Visca la república i mori el Borbó! Cuando llega el momento de rendir cuentas añade expresiones del tipo: las palabras
"han estat mal interpretades", o bien, que esas expresiones han sido pronunciadas
"de manera metafòrica”, e incluso añade:
"Al 1931 es cridava el mateix, ja que els nostres avis cridaven 'Visca Macià, mori Cambó”. ¿Por qué será que en cada una de esas justificaciones, yo ya solo puedo escuchar un “¡Yo no he sido!"?
De cualquier modo, desmenucemos algunas de las expresiones que el señor Tardà ha ido malgastando para evadir lo evidente. Dice el señor del bigote que sus palabras han estado mal interpretadas. Lo de la república, si tiene que vivir, que viva, ¿por qué nos iba a asustar? ¿Existe alguna posibilidad de malinterpretar ese vítor? Sin embargo, unir en el mismo enunciado el "
Visca la república con el mori el Borbó", aquí, a mí me parece que si alguien ha malinterpretado algún concepto, precisamente el histórico, ha sido el mismo emisor, pues lo del siglo XVIII y la república digamos que no casan, es más, ni festejan. Claro que el mismo diputado ya nos ha advertido de que quien se atreva a realizar una interpretación
"totalment desviada", denota
“ignorància”. Estamos plenamente de acuerdo.
Por otro lado, si en su arenga se refiere al Borbón de 1714, ése está bien muerto. Quizás hayamos malinterpretado también el tiempo verbal, por qué no.
Huyendo de las fauces de las palabras como del lobo, Joan Tardà añade que las suyas fueron pronunciadas de manera metafórica. Recordemos que la metàfora es aquel tropo donde jugamos con un plano real y un plano figurado. Con este principio, en la expresión Gabriela es la luz, luz es una metàfora, es el plano figurado, el que desplaza al plano real, que podría ser, verbigracia, la persona que me ayuda (o sea, la luz). Volvamos al grito del diputado de ERC y juguemos a encontrar el plano real, es decir el que ha sido sustituido por el figurado, (por Borbó). Veamos qué objeto (metafóricamente hablando, claro) guarda una relación de semejanza con Borbó. ¿Cuál puede ser, cuál puede ser? ¿A ustedes se les ocurre algo? Yo me rindo. A mí no se me ocurre ninguno. O tal vez sea que Borbó, más que un plano figurado sea el plano real, y por lo tanto no pueda tratarse de una metàfora. Y yo no puedo evitarlo, no puedo evitar oír en sus palabras un “¡Yo no he sido!”.
El tercer argumento que esgrime a la defensiva el inconstitucional Tardà alude a la tradición, argumento racional donde los haya. Para ello, utilizaremos algunas citas extraídas del pensamiento profundo del republicano.
"Al 1931 es cridava el mateix, ja que els nostres avis cridaven 'Visca Macià, mori Cambó"Parece ser que el desear la muerte ajena es una tradición (nunca comprenderé tanta tradición en un partido que se jacta de progresista), y que como tradición (o liturgia) es lícito y nada reprobable, pues autoridades en la convivencia, como nuestro abuelos, nos abrieron camino.
Me he preguntado muchas veces en qué fecha debemos situar el momento de la Edad Dorada del nacionalismo catalán, ese momento en el que nuestros antepasados fueron la màxima expresión de lo justo y ordenado, algo así como las bienintecionadas figuras del pesebre; pero ahora ya lo sé: en 1931, no sólo porque lo diga el republicano Tardà, sino por la profundidad evangélica de esos abuelos a los que cita.
Por si tal fundamento no fuese suficiente, el fugitivo de las palabras todavía aporta más documentación sobre su grito yihadista. Añade:
"Expressió popular de la Guerra de Successió, en què s'apel·lava metafòricament a la lluita en contra dels borbons i el que llavors significaven."Salió lo popular, que unido a lo tradicional de la cita anterior, se convierten ambas palabras en arma invencible. Sin embargo, desde mi desconocimiento, lo de popular y guerra, vuelven a repelerse como los polos de un mismo signo en los imanes, por más que queramos buscar su unión. Lo del equilibrio de algunas palabras a mí me resulta desequilibrante, tal vez sea porque en este caso me lo está diciendo una figura, ya puestos, de pesebre, que se ha salido de su espacio, y como no podía ser de otra manera, esa figura ha quedado, más que cualquier otra, descontextualizada. No estoy hablando precisamente del Niño Jesús.
¿Sabe, señor Tardà, qué me queda de lo que alguien ha calificado como anecdótico? Además de una capa más de desencanto, me queda la sensación de que aquel episodio familiar me va a resultar menos gracioso. ¿No se imagina por qué? Bueno, pues empiece por dejar la botella de jabón en su sitio y ¡salga de mi bañera, señor Tardà!